Meditando en la sabana
Hipopotamos en Kenia

Meditando en la sabana de Kenia

Frente a un mundo donde todo va muy deprisa, en Kenia todo va “pole pole”, que quiere decir “lento, lento”en suajili. En la sabana no hay prisas y se vive el momento. Un ejemplo de ello es el Masai Mara, del Adcam, Mara Vision Camp, un campamento solidario donde estuve la semana pasada. Allí, la velocidad y las revoluciones casi se me pararon y aprendí a tomarme un momento para mí misma. La improvisación y la sorpresa formaron parte de mi viaje sensorial. Un viaje hecho con los 5 sentidos y conectando con la naturaleza desde los primeros rayos de sol. ¡Maravillosa naturaleza! Estar en este entorno y conectar con la energía de la tierra es una experiencia reveladora. Para mí fue fundamental la práctica de la meditación y el yoga en aquel lugar para tomar consciencia de la parada. Una experiencia inolvidable que tuve el privilegio de vivir. Tenemos mucho que aprender de la naturaleza, de los animales, y de los Masais.

Desde que inicié mi formación, tanto de yoga como de meditación, cada vez tengo más presente dónde me gusta más meditar; evidentemente, en plena naturaleza. Los sonidos de la sabana son especiales, casi mágicos, combinados con los sonidos de los animales y el ruido de las ramas de las acacias, los árboles más característicos de Kenia. Hay tantos y tan bonitos que no te cansas de verlos, ya que forman parte del paisaje de la sabana. Pero no sólo se agudiza el oído, la vista también es fundamental. Divisar a lo lejos un animal y poder reconocerlo es algo muy auténtico. Observar a los animales, caminar por la sabana y meditar, ya sea sentada o andando, es maravilloso.

En la imagen de arriba estoy meditando en el río Mara, que atraviesa toda África. Este río comienza precisamente en Kenia y fluye hasta Tanzania para desembocar en el Lago Victoria. Precisamente allí, sentada en ese río, escuchado el sonido de los hipopótamos, tuve una meditación reveladora. Conecté con la tierra, con la madre tierra, como nunca antes me había ocurrido. Descubrí otra forma distinta de estar en paz con una misma. Es algo que ya había percibido con anterioridad tras haberme formado en varios cursos de meditación y de yoga nidra. Sin embargo, esta vez la vivencia fue totalmente distinta. Fue algo sublime y, sobre todo, inesperado. Tras dicha meditación comprobé que tenía más o menos todos los chakras equilibrados. Especialmente el primer chakra, de color rojo, que es el de la tierra, seguridad y estabilidad. Seguidos de los colores naranja y amarillo (segundo y tercer chakra), y de los verdes y azulados y morados… Una sensación difícil de describir con palabras, pero sí con emociones, ya que el recuerdo de cómo mi cuerpo reaccionó al ver todos esos colores durante la meditación va a ser difícil de olvidar.

acacias arboles

Meditando con los árboles acacias en Kenia.

Tras regresar del viaje volví a ver Memorias de Africa (Out of Africa), de Meryl Streep y Robert Redford. Me emocionó reconocer la escena en el río Mara, cuando Denys (Robert Redford) le lava el pelo a su amada Karen (Meryl Streep),  y volví de golpe a Kenia. También me emocioné al contemplar en la pantalla toda la fauna del Parque nacional del Serengeti (reserva nacional del Masai Mara), sobre todo al ver a los leones, elefantes, a los hipopótamos en el río, las jirafas y los ñus. Me pasó lo mismo con los árboles… De repente, fue como si una película que había visto tantas veces tuviera unos nuevos ojos y cobrara un significado especial. Incluso la banda sonora me sonaba distinta, más auténtica y ensoñadora. He de reconocer que me entró mucha nostalgia.

Echo de menos África, y a las personas que conocí allí, pues tengo recuerdos imborrables. Ya me habían dicho que tuviera cuidado, que África engancha, y mucho. No puedo estar más de acuerdo. Por eso mi viaje a la sabana fue todo un despertar de los sentidos. Como decía Jim Morrison:

“Para ir más allá de los límites del cuerpo, debemos sumergirnos en él, debemos abrirnos de par en par y llenarlo de nuestros propios sentidos”.

Nada mejor que despertar todos mis sentidos meditando en la naturaleza por la mañana, a primera hora del día, y así conectar directamente con todo lo que me rodeaba en ese preciso momento. Y de la misma forma, al conectar con el mundo exterior, también conecté con mi mundo interior, ese mundo que no tengo tan presente y trabajo gracias a la meditación: mi sensibilidad, mi silencio, mi quietud, ver lo sencillo de las cosas e ir a lo bello de mi interior… Pues fue como un viaje hacia mi corazón. Así lo sentí y por eso he querido compartirlo, porque me siento agradecida. Además, siento como una parte de mi corazoncito se ha quedado allí, en Kenia, tras muchas cosas vividas y, en parte, gracias a esta meditación especial que tuve allí, justo un día antes de mi regreso a España.

No hay que temer a ser sensibles. Ya lo decía Osho: “La sensibilidad es el vestido más elegante y precioso que puede dar la inteligencia”.

Namasté.

Por Laura Montes-Tallón